CUADRO SINÓPTICO DE LA TALASOTERAPIA
El agua de mar es el tejido vivo de que está cubierta la tierra; las rocas son su esqueleto. El propio mar es un ser vivo que palpita todo él mecido por el sol, como laten nuestras entrañas, nuestros músculos y nuestra piel, al ritmo de las sensaciones, regidas también por la luz y el calor del sol, y de las emociones. Es un ser vivo que nunca está en reposo absoluto. Y es en ese enorme tejido vivo que cubre la mayor parte de la tierra, donde bulle la vida. Es el medio en que se elabora la vida.
¿Cómo ha de extrañarnos, pues, que en cuanto caemos en la cuenta de lo que es el mar, encontremos tantas y tantas maneras de impregnarnos de él por dentro y por fuera? Una vez convencidos de que somos esponjas empapadas de agua de mar donde viven todas nuestras células y la infinita flora que las acompaña, está claro que hemos de mantener ese medio acuático en las mejores condiciones. ¿Y qué mejor que abrevarnos en la misma fuente que cría esa agua, es decir en el mar?
Todo lo demás es desplegar las antenas y poner a funcionar el ingenio: si la misma naturaleza nos presenta agua de mar no sólo en su estado líquido en considerables variaciones de temperatura, sino también sólida (en los polos), nebulizada (al romper las olas) y gelatinizada (en las algas que la almacenan en gran cantidad), ¿qué nos impide conseguir artificialmente todos esos estados del agua en beneficio de nuestra salud y bienestar?
Efectivamente, el ingenio del pueblo y de los terapeutas ha desarrollado una variedad de recursos que dan lugar a un amplísimo abanico de terapias con agua de mar. El cuadro que sigue, presenta las múltiples formas desarrolladas en la amplísima disciplina de la Talasoterapia para conseguir que el agua de mar entre en contacto no sólo con nuestra epidermis, sino también con bastantes de nuestros órganos y tejidos internos.
Queda fuera de este cuadro la acción del agua de mar en el resto del organismo, pero no ya por contacto directo, sino mediando el metabolismo.