PALABRAS QUE SON COSAS
Somos irremediablemente “el animal que habla”. A eso lo llamaron en griego “Zóon loguikón” (tentaciones da de traducirlo como “el animal lógico”; pero no, no es ésa la idea). El problema de esa definición es que mientras los griegos expresan con una sola palabra: “LÓGOS” dos conceptos, el de “Palabra” y el de “Razón”, en latín necesitaron un nombre para cada uno de estos conceptos: “Verbum” para expresar la “Palabra”, y “Ratio” para expresar la “Razón”. Con el inconveniente añadido de que el “Verbum” latino es polisémico, pues denomina a la vez la categoría gramatical del “Verbo” y el concepto de “Palabra”.
En resumen, que a la hora de traducir la definición aristotélica de Hombre, a lo que Aristóteles llamó en realidad “el animal que habla”, los romanos lo llamaron “el animal que razona” o “animal racional”. El enredo no es de menor cuantía. Si toda definición se hace atendiendo a los caracteres más inmediatamente perceptibles, es obvio que lo más perceptible en el animal hombre como diferencial de los demás animales, es que habla; porque lo de razonar, que obviamente acompaña o sigue al hablar, no es algo evidente (sobre todo si lo separamos del habla), algo que se perciba con los sentidos, sino algo que se deduce. De ahí que el Zóon Loguikón (Ζωον Λογικον) de Aristóteles no puede ser otro que el “Animal hablador” que le entendieron todos los griegos. Pero como los romanos no pudieron traducir “Animal Verbale”, que hubiese quedado muy chusco, tradujeron “Animal Rationale”: por eso nosotros definamos al hombre como “Animal Racional” en vez de definirlo como “Animal Hablador”. ¡Menudo enredo!
Es esa condición de “Animal Hablador” que tan bien define nuestra condición humana, la que nos fuerza a entenderlo y expresarlo todo con PALABRAS (en latín, “verba”, y en griego “lógoi”).
Y obviamente, cuando entramos en el territorio sagrado de las PALABRAS QUE SON COSAS, porque nos referimos con ellas a entes de razón (ahí entran todas las ciencias, más el derecho, más la filosofía… ¿y la poesía?), no queda más remedio que proceder VERBATIM, es decir palabra por palabra, dando cuenta estricta del valor de cada una.
Y creo que esto es especialmente importante para nosotros que nos dedicamos a arar en el mar. Bastante difícil es que se mantengan abiertos los surcos que en él abrimos, para que vayamos dejando por ahí cabos sueltos y, además de tropezar con la ciencia, tropecemos con las palabras.
Pues bien, a eso dedicaré esta nueva sección con verdadera fruición: porque éste es para mí un quehacer de lujo. Mi formación en lenguas clásicas me ha forzado a ser analítico y me he empleado extensa e intensamente en el análisis de las palabras, sus formas y sus funciones. Y me he dedicado a jugar con ellas en el ámbito de una disciplina a la que llaman “lexicología”.
Llevo miles de partidas jugadas en este deporte; así que entrenamiento no me falta. Cuento además con un considerable yacimiento de fondos propios. Lo que pienso hacer de diferencial en esta sección, es aludir siempre a la conexión fuerte o débil que tenga la palabra con el agua de mar. Si abordo, por ejemplo, la palabra “colesterol”, me referiré al hecho de que todos los que se hacen análisis periódicos de sangre, al consumir agua de mar constatan que se les regula el colesterol. E intentaré además explicar por qué.
Por eso confío en que a medida que vaya creciendo esta sección, aquamaris.org se convertirá en página de referencia léxica en el entorno de los recursos naturales para la salud.
De todos modos, si he de sincerarme con mis futuros lectores, he de decir que igual que es difícil mantener una conversación sobre cualquier tema con un médico o con un economista, pongamos por caso, sin que “impriman” si visión médica o economicista a cualquier tema, del mismo modo se le hace difícil a un lexicólogo hablar de cualquier cosa sin sacar a colación las palabras con que éstas se nombran como la clave de que esas cosas sean como son. En fin, que cada uno lleva el agua a su molino, y yo llevo el agua al molino de las palabras. Si éstas no son la clave de la realidad que nombran, sí son al menos un prisma diferente que arroja una luz peculiar sobre las cosas. Confío en que esta nueva sección de aquamaris.org despertará el interés de aquellos a quienes les resulte atractivo ver las cosas iluminadas por esa otra luz.
Mariano Arnal