El mar de Vimianzo llega a la cocina.
Dos empresarios soneiráns crean una marca de agua marina envasada para aplicaciones gastronómicas que despierta interés hasta en América.
Vimianzo es el municipio con menos litoral de la Costa da Morte. De hecho poca gente fuera sabe que tiene mar, porque solo cuenta con unos cientos de metros en la zona de Sabadelle, pero que pueden convertirse ahora en mundialmente conocidos. Todo gracias a la iniciativa de dos empresarios locales, que han empezado a comercializar Brétema, una marca de agua marina para aplicaciones culinarias, que en solo unas pocas semanas tiene ya clientes interesados de numerosos puntos de España e incluso de Latinoamérica.
La idea pertenece a Bruno Carballo, que fabrica remolques y se dedica a la climatización industrial, y Ricardo Álvarez, propietario de uno de los bares más populares de Vimianzo. Juntos sondearon todas las posibilidades que puede ofrecer el producto, pelearon lo indecible con los registros y la burocracia y exprimieron a sus respectivas familias en el tema de la financiación para, dos años después, ver su sueño en el mercado.
Y es que, como dice Álvarez, «isto non é coller un caldeiro do mar e vendelo». Tiene un proceso bastante complejo por el que realizan las extracciones a más de 70 metros de la costa, a una profundidad de entre tres y cuatro, pasa por una máquina procesadora con siete filtros diferentes y se analiza en un laboratorio autorizado de Santiago.
De hecho, como apunta Carballo, «ao primeiro os de Sanidade aínda non sabían moi ben o que pedirnos pero aquí era algo novo e fixéronnos dar moitas voltas», pero ahora ya tienen su registro y todas las autorizaciones, incluida la de la Demarcación de Costas, que, al margen del Mediterráneo, donde llevan unos cinco años con proyectos similares, solo ha concedido el permiso de Vimianzo y otro en Asturias, para un fin diferente.
De ahí, el agua de una zona prácticamente virgen, que por eso la eligieron, llena de nutrientes y minerales que le dan su sabor diferencial, llega a las pescaderías, restaurantes, casas de comidas e incluso a particulares que ya la están solicitando.
Por el momento solo se dispensa en bag-in-box -las populares cajas de cartón con una bolsa interior de aluminio que se emplean para el vino- de 15 litros, porque creían que esa iba a ser la demanda, pero, por petición de los clientes, pronto empezarán a envasar en formatos más pequeños de cinco, tres e incluso litro y medio.
Ya en el destino final, para lo que todavía perfilan la distribución, de ahí que no se atrevan a dar un precio, las aplicaciones son «moitas máis das que nós sabiamos», según dice Ricardo Álvarez, que incide en que recibieron incluso una solicitud «para facer bebidas isotónicas».
Al margen de esta curiosidad, lo habitual es emplearla para cocer pescados, mariscos, pollo,… como un sustituto de la sal con muchos más matices, pero también en los arroces, por todo el líquido que absorben y también para elaborar pan, «incluso repostería», como destaca Bruno Carballo, que fue al primero al que le chocó que los dulces se puedan hacer con agua de mar.
Hasta la fecha, aunque ya tienen interesada a una empresa de venta por Internet, negocio poco, porque según explica Carballo «se houbese que pagar todo non chegarían 150.000 euros», pero las perspectivas son buenas y su web www.aguasdemar.com no para de recibir visitas.