Nuestro organismo funciona gracias a la sinergia de minerales, pero tenemos escasa conciencia de ello. Parece obvio que si controlamos nuestra nutrición para evitar desórdenes que afecten a nuestra salud y bienestar, deberíamos empezar por hacerlo desde el prisma de los minerales. Y eso no ocurre así. ¿Por qué?
Pues fundamentalmente porque a nivel divulgativo, que es lo que manda, han decidido que no se puede pretender que los consumidores atiendan a demasiados focos de interés. Y como su atención está ya demasiado dispersa entre vitaminas, triglicéridos, omegas, grasas saturadas, insaturadas, poliinsaturadas, trans, probióticos, prebióticos, etcétera etcétera, no les van a ir ahora con los minerales que, además de ser legión (no como las vitaminas, que con una docena ya está el panorama completo), acabarían mareados del todo. Y por otra parte, la farmacia ha entendido que las vitaminas mejor van en complejos vitamínicos, de los que forman parte inseparable media docena de minerales; con lo cual éstos pueden esperar a mejor ocasión.
Debido a los intereses comerciales y al marketing, hay un boom de complementos minerales y todo el mundo tiene clara conciencia de la importancia de algunos de éstos: calcio, potasio, magnesio, hierro, yodo, flúor, cromo y zinc.
Eso añadido al pánico respecto al sodio, al cloro, al mercurio, al boro, al plomo, al uranio, al aluminio, etc… Con la desventaja respecto a las vitaminas, de que en el caso de las vitaminas solamente hay que ir con cuidado con el consumo de las liposolubles como la K, D, A y en menor medida la E; mientras que con los minerales hay que andarse con cuidado.
Pero vale la pena que nos fijemos en un par de datos: nuestros 4 elementos estructurales (CHON: Carbono, Hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno) representan el 96% de nuestra masa corporal. Queda por tanto un 4% para los demás minerales. Con otros 6 más abundantes (calcio, sodio, potasio, magnesio, fósforo y azufre) alcanzamos el 99,3%; con lo que nos queda un menguado 0,7% para unos 80 minerales más, la mayoría de los cuales son elementos traza y ultratraza o trazas mínimas. Vale la pena recordar que esos elementos se encuentran en el agua de mar en proporción mucho más holgada (en torno al 15%) respecto a los más abundantes, el cloro y el sodio. Y algo absolutamente fundamental: de momento se les reconoce la condición de “elementos esenciales” a más de 20; y creciendo. Eso significa que se ha constatado que sin ellos, no funciona la vida. No es que funcione mal, es que no funciona. Y si sólo escasean (si no llegan a la cantidad adecuada), como sabemos del hierro, del magnesio, del calcio, del yodo, somos víctimas de enfermedades: algunas de ellas, muy severas.
El hecho cierto es que les prestamos muy poca atención a los minerales, cuando resulta que sin ellos no hay ni vitaminas, ni enzimas, ni triglicéridos, ni probióticos ni nada, que funcione. Porque todo, absolutamente todo lo que nos llevamos a la boca, está hecho de minerales. Igual que nosotros.
Por eso se impone un mayor conocimiento de los minerales en general, y de nuestro estado mineral en particular. Porque, como dicen los manuales de botánica, partimos de una evidencia: “se vienen realizando cada vez mejores análisis de plantas, y se ha podido demostrar que éstas contienen en cantidades variables TODOS los elementos conocidos presentes en la corteza terrestre; digo que partiendo de esa evidencia, no es temerario deducir que en cuanto a minerales, no somos menos que el alcornoque o la lechuga.
En los análisis clínicos andamos algo más rezagados que en botánica. El método clínico más avanzado de análisis mineral, es el MINERALOGRAMA. Un análisis distinto de los clásicos de sangre y orina, cuya información respecto a los minerales es escasa. Pero tiene una ventaja más respecto a los clásicos: y es que tal como éstos analizan el estado de funcionamiento del organismo de un momento, el mineralograma da cuenta de varios meses de funcionamiento. Y tal como a través de los análisis de sangre y orina podemos deducir un gran caudal de datos respecto a nuestro estado de salud (que para eso se hacen) pero solamente del día de la extracción, el mineralograma nos ofrece el historial de varios meses (3 por lo menos). Y a partir de esa información, ciertamente compleja, se pueden hacer diagnósticos y pronósticos de más largo alcance; y por consiguiente existe una mayor posibilidad de acierto en los tratamientos y en los replanteamientos dietéticos y conductuales.
El manejo de los minerales es todo un arte, debido a que éstos nunca actúan en solitario, sino en solidario. Hay minerales complementarios y antagónicos entre sí; pero sobre todo está el EQUILIBRIO entre unos y otros. Para la asimilación del calcio, p. ej., es imprescindible el magnesio; pero también el exceso de este mineral lo convierte en antagonista del calcio. El manejo de todas estas variables permite al analista conocer si el régimen mineral del organismo es equilibrado, y qué desequilibrios minerales dan lugar a problemas estructurales y funcionales.
Los mineralogramas más avanzados se realizan en EE. UU., y abarcan el análisis de hasta 39 minerales. Lo lamentable es que el conocimiento que tenemos acerca de éstos es muy limitado, siendo prácticamente nulo con respecto a los elementos traza y sobre todo a aquellos cuya presencia se reduce a trazas mínimas; y sin embargo son tan esenciales como los tornillos en un coche, que pesan y abultan poquísimo; pero cuyo trabajo es absolutamente esencial.